SILVIA LUCERO
Campos de Batallas
“Allá lejos, en el horizonte, Ogún me espera con sus alas de pájaro”
Ramón Ayala en Las trincheras ardientes del Paraguay (canto popular sobre la Guerra grande)
Por Esteban Rodríguez Alzueta
Las comparaciones son odiosas pero inevitables. El juicio estético, dijo Kant en Lo bello y lo sublime, se construye de manera ampliada, siempre partimos de algo dado. Cuando observamos estas pinturas de Silvia Lucero es imposible no remontarse hasta las imágenes de Cándido López, ese soldado que pintó los campos de batalla de la guerra del Paraguay a la que se había alistado de manera voluntaria. Pero si se trata de volver sobre Cándido López para repensar las batallas que continúan surcando el subsuelo de la historia, ¿qué escenas habría que pintar hoy?
A Cándido López la guerra le costó un brazo pero decidió seguir habitándola a través de la pintura. Se calcula que fueron más de 50 las pinturas que dedicó a aquellas contiendas. Cada uno de esos cuadros fue pintado con la mano izquierda a partir de los bocetos en lápiz que había hecho durante las acciones militares con la mano derecha. Sus pinturas, tributarias de la cartografía militar europea, son un documento meticuloso de la guerra y transforman a Cándido López en su mejor cronista. Cándido no solo le devolvió el telón de fondo a la guerra, sino que repuso su tragedia. “La guerra no quiso ser tan mediocre”. Suele estar llena de épica pero también de espanto. Un espanto que vivió en carne propia y en cámara lenta. Porque después de varias operaciones la gangrena no se detuvo hasta que le amputaron el brazo. Cándido pintó muchos episodios de aquella guerra maldita: la movilización de los batallones y los embarques de las tropas, los campamentos de artillería y hospitales de campaña, los asaltos y ataques de las escuadras a la batería enemiga, el velatorio del primer soldado muerto, la fanfarria militar, los campos y bosques atrincherados y sembrado de cruces, las caravanas de reclutas empuñando lanzas, machetes, bayonetas y fusiles, una soldadesca sorteando ciénagas y esteros, montando guardias, improvisando fogones, faenando algún bicho. Tal vez uno de sus mejores oleos o por lo menos el que mejor resume la guerra son las pinceladas que dedicó a repasar el campo “después de la batalla de Curupaytí”. Allí se ve un horizonte humeante, con cuerpos que arrastran a los otros cuerpos sobre una tierra regada de barro y sangre. Una batalla que empezó el 22 de septiembre de 1866 y se extendió durante diez días. La resistencia paraguaya, en esa oportunidad, le costó más de diez mil muertos al ejército aliancista y lo dejó inactivo durante catorce meses.
Para muchos fue el primer pintor naif argentino. La guerra se confunde con la naturaleza. Porque estamos ante un pintor paisajista al que se le ha colado la guerra. Tuvo que pasar mucho tiempo para que su pintura se tomara en serio más allá de los círculos militares. Cándido compila las escenas que le tocó ser testigo, imágenes que, sospechamos nosotros, siguieron centellando en su memoria. Porque está visto que de las guerras no se vuelve más o se vuelve transformado.
Más de un siglo después, las batallas que enfrentamos son otras. Las conflagraciones que pinta Silvia Lucero son muy distintas, están hechas de otros conflictos, con otros actores, y son la expresión de muchos debates pendientes, de disputas inconclusas. La patria tiene siempre su lado B, sus guerras no declaradas. Tal vez la palabra “guerra” le quede demasiado grande a todas las batallas que aquí se retratan, pero esa suele ser la palabra elegida por los represores para legitimar las contiendas: la guerra a la protesta, la guerra al delito. De hecho, a juzgar por el vestuario del cuerpo de infantería, los policías se parecen cada vez más a los soldados. Hace rato que la policía se ha ido militarizando, y los militares policializando. Cada vez sabemos menos dónde termina la defensa y empieza la seguridad interior.
Las pinturas de López, con pretensiones patrioteras que alguna vez lucieron en el Club Militar y Naval y en el Ministerio de Guerra contrastan con las pinturas de Lucero, una de ellas, Asalto de la columna argentina a la columna argentina 2001-2018 que está siendo actualmente expuesta en el CCK en la muestra Para Todes, Tode.
Estas dos pinturas que compartimos con ustedes son un gran friso donde se amontonan escenas repetidas de los últimos 20 años. Porque los conflictos que pinta Silvia no son nuevos o son parecidos pero distintos. Las imágenes que retrata conectan las luchas del movimiento de desocupados con las luchas del movimiento de mujeres y feminista. Hay un repertorio previo que surca la historia y conecta a las luchas sobre un fondo común. Pero también el común denominador de aquellas batallas sigue siendo la represión policial o, mejor dicho, la resistencia a la represión. Las escenas son muy conocidas, algunas de ellas fueron vistas en vivo y en directo y quedaron grabadas en la memoria colectiva.
En las pinturas que estamos comentando hay otras escenas que se corren de la acción colectiva, sin embargo la policía sigue allí, apuntando, disparando y no precisamente con postas de goma. Por ejemplo, en una de ellas se ve a un policía fusilando por la espalda a un joven, una escena que lleva nombre y apellido, es el suboficial Chocobar disparando contra Juan Pablo Kukoc, un pibe de 18 años que acababa de robar una cámara de fotos; una escena celebrada por las autoridades de entonces, que resume y grafica la amenaza que pesa sobre aquellos jóvenes que usan gorrita y visten ropa deportiva. Se sabe, el blanco es el negro, sobre todo cuando éste vive en la periferia y tiene determinados estilos de vida y pautas de consumo. La policía practica puntería sobre una clientela que recluta de los barrios más pobres. Hace rato que el gatillo fácil dejó de ser patrimonio de la policía, sin embargo, sigue siendo una de las prácticas favoritas de las policías argentinas.
La comparación con las pinturas de Cándido López es inevitable. Y Silvia no reniega de ello, al contrario, lo resalta y se averigua en el nombre que eligió para las pinturas pero también en su composición. Los nombres son una reescritura de aquellos que eligió Cándido para contar sus pinturas: Asalto de la columna argentina a la columna argentina... Silvia pinta en el mismo formato horizontal para aprovechar sus posibilidades panorámicas. Encuentra en ese tamaño una superficie que le permite rearmar el rompecabezas que la televisión solo está dispuesta a retratar si se lo hace recortando cada escena de su contexto general. Por el contrario, lo que hace Silvia es reponer la historia. Pinta una escena al lado de otra escena hasta devolverle a las historias un marco de lectura, un contexto general. No le interesa que la composición sea verdadera sino que la composición sea real.
Los caballos con sus carretas han sido reemplazados ahora por patrulleros y el cuerpo de infantería ya no empuña espadas ni bayonetas. Ahora están equipados con escudos y máscaras, pistolas lanza gases, itacas y pistolas reglamentarias. Una infantería que recibe los apoyos permanentes de camiones hidrantes y helicópteros. Sin embargo son las mismas detonaciones en una escenografía semejante, surcada por los mismos cielos sobre un río que continúa amenazando con desbordar su cauce.
Las escenas son crudas pero envueltas en un aura de religiosidad paródica. Como dijo Mariátegui nadie va a la guerra sin fe, las subversiones están hechas de razones pero también de pasiones y a las pasiones hay que sostenerlas. Acaso sea por eso que Silvia no resigne de los fetiches plebeyos que, resignificados, siguen siendo el insumo secreto para animar las luchas cuando son largas y crudas. Esas imágenes, que dicho sea de paso suelen guardarse en la billetera o en algún bolsillo de la mochila, hay que buscarlas en la serie “Subversiones”. Otra obra de Silvia hecha de diálogos tensos. De la misma manera que los íconos religiosos fueron apropiados por los sectores populares hasta transformarse en íconos plebeyos, estos íconos populares son retomados por Silvia para cargarlos de nuevos sentimientos, de otros interrogantes. Porque la estatuaria que elige será intervenida con la cultura de masas y el folklore de la militancia social pero sin resignar a su carácter plebeyo. Las estatuillas de yeso blanco del Gauchito Gil, San Cayetano, San Expedito, Virgen Milagrosa, Virgen de Guadalupe, Virgen de Luján, San Jorge, el Sagrado Corazón de Jesús y La Piedad son objeto de sus intervenciones pictóricas. El resultado es un sincretismo hecho a la altura de las luchas presentes, que no le da la espalda a los insumos morales del pasado pero se resignifican hasta volverse imágenes desafiantes, interpeladoras.
De hecho, algunas de esas intervenciones le costaron a Silvia la censura. Vaya por caso la estatuilla “María Feminista”, presentada en la muestra “Para todes, tode – Plan de lucha”, en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, que fuera curada por Kekena Corvalán. La obra fue retirada unilateralmente de la muestra después de que un grupo liderado por un abogado antiderechos presentó una acción de amparo con medida cautelar para remover la obra. “María Feminista” fue rebautizada en el XXXIII Encuentro Nacional de Mujeres con el nombre “Virgen Abortera” e integra el panteón maldito de las luchas de las mujeres.
En definitiva, la obra de Silvia Lucero es una obra que le sigue el pulso a la realidad. Una realidad pitada con sus conflictos, una realidad presentada como una disputa, un campo de batalla abierto, sin un final feliz todavía.
Silvia Lucero
Nacida en Gral. La Madrid y egresada de la Licenciatura Y Profesorado en Artes Plásticas de la Universidad Nacional de La Plata, lugar donde reside actualmente. En el 2013 fue becada en la Escuela de Proyectos Galería Arte x Arte. Un año después obtiene el Premio de Arte Joven Museo Emilio Pettoruti y en 2016 el Premio Fundación Williams. Su participación en muestras colectivas incluye: Para Todes, Tode 2020, CCK; Para Todes, Tode 2019, C.C. Haroldo Conti; Tomad Libertades 2019, Cultural Copahue; Metamorfosis 2018, Pabellón de Bellas Artes UCA; Palestina Libre 2017, Embajada del Estado de Palestina en Bs. As, entre otras. Las muestras individuales fueron: La Virgen Abortera y la Serie Subversiones sin censura 2019, CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales); Subversiones 2018, C.C. Paco Urondo, Subversiones 2017, C.Cultural y Social Olga Vázquez; Simbólicamente Incorrecto, C.C. Juan Carlos Pacín (Gral. La Madrid).